Con el fin de que la obra pueda avanzar en todos los ramos, Dios pide vigor, celo y valor juveniles. Él ha escogido a los jóvenes para que ayuden en el progreso de su causa. El hacer planes con mente clara y ejecutarlos con mano valerosa requiere energía fresca y no estropeada. Los jóvenes están invitados a dar a Dios la fuerza de su juventud para que, por el ejercicio de sus poderes y por medio de la reflexión aguda y la acción vigorosa, le tributen gloria e impartan salvación a sus semejantes.—Obreros Evangélicos, 69.
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